El arte de narrar historias es muy antiguo. El origen del kamishibai se remonta al siglo IX o X en Japón, cuando los sacerdotes usaron los pergaminos ilustrados combinados con la narración para transmitir la doctrina budista a un público mayoritariamente analfabeto.
Más tarde, los etoki (narradores de imágenes) adoptaron estos métodos para contar historias más seculares y evolucionó en estilos de actuación callejera, utilizando imágenes y narración. Cuando un narrador itinerante o Gaito Kamishibai llegaba al lugar de su presentación, golpeaba dos trozos de madera para anunciar el pronto inicio del relato.
En la década de 1920 y hasta los años 50 aproximadamente, resurgió el uso masivo y callejero del kamishibai como una forma de subsistencia de muchos desempleados haciendo frente a la depresión económica de los años 30 y posteriormente después de la guerra en los años 50, cuando los contadores de cuentos disponían sus teatrinos y láminas ilustradas en plazas y lugares públicos, donde se reunía una audiencia compuesta principalmente por niños y niñas para escuchar los cuentos y comprar los dulces que vendía el narrador.
Con la llegada de la televisión esta práctica comenzó a declinar, sin embargo, hoy en día el kamishibai ha resurgido como una extraordinaria herramienta de fomento lector y como un innovador recurso pedagógico.